Un reciente estudio llevado a cabo por investigadores del Reino Unido y de Estados Unidos demuestra que la pérdida de biodiversidad, especialmente la que afecta a mamíferos y bacterias beneficiosas, supone un riesgo para la salud de las personas. Esta investigación, publicada en la revista Nature, pone de relieve el profundo vínculo existente entre la conservación y la salud.
Ocurre que la desaparición de las especies que habitan en los distintos ecosistemas provoca la proliferación de patógenos responsables de enfermedades.
Para reducir las probabilidades de que los animales silvestres transmitan enfermedades infecciosas al ganado y a las personas, los autores hacen un llamamiento a la supervisión de aquellas áreas densamente pobladas por animales domesticados.
Los investigadores han descubierto que la flora, la fauna y los microbios más vulnerables ante la pérdida de biodiversidad son a menudo aquellos que amortiguan la transmisión de enfermedades infecciosas. Las especies que sobreviven suelen ser aquellas que potencian la transmisión de enfermedades infecciosas como el virus del Nilo Occidental, la enfermedad de Lyme y el Hantavirus.
"Conocíamos casos concretos en los que el declive de la biodiversidad estaba ligado a una mayor incidencia de la enfermedad", afirmó Felicia Keesing, ecóloga de la Universidad de Bard de Nueva York (Estados Unidos). "Pero hemos podido comprobar que este patrón es mucho más general: la perdida de biodiversidad tiende a aumentar la transmisión de patógenos de una amplia variedad de sistemas de enfermedades infecciosas."
Este patrón, señaló, se puede observar en varios tipos de patógenos como virus, bacterias y hongos, y afecta a muchos tipos de huéspedes, ya se trate de humanos, de otros animales, o de plantas.
"Cuando los ensayos clínicos confirman la eficacia de un fármaco, se interrumpen para poner tal fármaco a disposición de la sociedad", explicó la profesora Kessing. "Lo mismo ocurre con la biodiversidad; su efecto protector es tan evidente que es preciso desarrollar medidas para protegerla ya".
En palabras de Richard Ostfeld, del Instituto Cary de Estudios Ecosistémicos (Estados Unidos), en el caso de la enfermedad de Lyme "las especies que más la amortiguan, como la zarigüella, desaparecen cuando se fragmentan los bosques, mientras que la población de ratones de patas blancas se multiplica. Los ratones hacen que aumente el número de garrapatas de patas negras que actúan como transmisores y del patógeno que causa la enfermedad de Lyme. No obstante, admitió que por el momento los científicos no se explicaban por qué las especies más resistentes, "las últimas supervivientes ante la pérdida de biodiversidad", son las que multiplican el efecto de los patógenos.
La identificación de las variables implicadas en la aparición de enfermedades infecciosas es un proceso complejo pero esencial, según afirmó Andrew Dobson, de la Universidad de Princeton (Estados Unidos). En su opinión, la biodiversidad es un factor importante, pero también lo son los cambios en el ordenamiento territorial y el aumento de la población humana, así como su comportamiento.
"Cuando disminuye la diversidad biológica y aumenta el contacto con la población humana, nos encontramos ante un caldo de cultivo idóneo para los brotes de enfermedades infecciosas", declaró el profesor Dobson.
Los investigadores inciden en la necesidad de llevar a cabo una supervisión concienzuda de las áreas con una intensa actividad de ganadería y acuicultura para evitar que los animales silvestres transmitan enfermedades infecciosas al ganado y a las personas.
Sam Scheiner, de la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF), se refirió al estudio en estos términos: "El cambio global se acelera y trae consigo infinidad de consecuencias colaterales. Este estudio pone de manifiesto los peligros del cambio global y el hecho de que la extinción de especies puede conducir a una mayor incidencia de enfermedades en plantas, humanos y otros animales".
La biodiversidad global experimenta un retroceso sin precedentes desde la década de 1950. Las tasas de extinción han aumentado entre cien y mil veces respecto a épocas anteriores. Los expertos prevén que tales tasas aumentarán al menos mil veces más en los próximos cincuenta años.
La expansión de la población humana podría intensificar el contacto con nuevos patógenos, a consecuencia de actividades como la tala de terrenos para dedicarlos a la agricultura o la caza de animales silvestres.
Este estudio ha contado con la colaboración de investigadores de la Sociedad Zoológica de Londres (Reino Unido) y de varios centros de Estados Unidos, concretamente la Facultad de Medicina de Harvard, Wildlife Trust y Virginia Tech, así como las universidades de Carolina del Norte (Chapel Hill), Oregón, Pensilvania, Florida y Cornell.
Fuente: Neomundo
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