domingo, 22 de diciembre de 2013

Nuestro estilo de vida calienta el planeta


El calentamiento del planeta se debe más al comportamiento de las personas que a las emisiones de dióxido de carbono (CO2), según se desprende del “Informe Mundial sobre Ciencias Sociales ”, editada por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos).
El informe, presentado en la sede de la Unesco, en París (Francia), ha sido preparado y revisado por el Consejo Internacional de Ciencias Sociales (CICS) e incluye artículos escritos por más de 150 especialistas internacionales en ciencias sociales como antropología, economía, estudios sobre el desarrollo, geografía, ciencia política, psicología y sociología. La tesis que recorre las 600 páginas de la publicación, titulada “Cambios ambientales globales”, es que los individuos, su comportamiento y las sociedades humanas tienen que ser el núcleo central de todos los esfuerzos que se realicen para afrontar los problemas planteados por los cambios ambientales y los fenómenos físicos que han puesto de manifiesto las ciencias naturales.



El informe hace un balance de los problemas ambientales “sin precedentes” que se plantean a la humanidad y evalúa sus “posibles consecuencias devastadoras para el bienestar de los seres humanos”. “El cambio ambiental global está trastocando todo en nuestro planeta, al trastornar los sistemas que sustentan la vida, y está afectando a todas las poblaciones del mundo, al alterar sus medios de subsistencia, modos de vida, acciones e interacciones”, afirma.


“El cambio ambiental está exacerbando ya los problemas con que tropiezan los individuos y las comunidades que se debaten contra las crisis económicas, sociales y políticas, y también está haciendo que la pobreza persista, que las desigualdades aumenten y que el descontento social se agrave”, agrega.

Así, W. Neil Adger y Helen Adams, en su artículo “La migración como estrategia de adaptación al cambio ambiental”, aseguran que “algunas poblaciones carecen de recursos para emigrar porque el cambio ambiental ha disminuido su nivel de vida” y subrayan que .muchas de las personas que emigraron a las zonas costeras y las ciudades en los últimos decenios son especialmente vulnerables al cambio climático porque “se apiñan en zonas densamente pobladas, situadas con frecuencia en laderas escarpadas o llanuras inundables, en las que se encuentran terrenos desocupados y baratos”.


Por su parte, John Urry, en el artículo “¿Es inevitable el aumento de las emisiones de gases con efecto de invernadero?”, propone “invertir la tendencia al crecimiento aparentemente inexorable de los sistemas con altas emisiones de dióxido de carbono y las prácticas sociales inherentes a ellos”.


Para ello, según precisa, debe darse “marcha atrás” a la mayoría de los sistemas de emisiones de CO2 puestos en marcha durante el siglo XX y señala que los consumidores tienen que convencerse de que las actividades y los productos con bajas emisiones de dióxido de carbono son deseables, para lo cual son necesarios determinados comportamientos sociales. 

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